6.11.12

¿Se atraen los polos opuestos?

Rotundamente no. Y cabe matizar. Lo prohibido nos seduce. No hay duda. A los buenos les gustan las malas. A los malos les gustan las buenas. ¿Eso quiere decir que los polos opuestos se atraen? Rotundamente no. Después del éxtasis de encontrarse con un polo apuesto (un bueno con una mala o un malo con una buena), que bien se puede traducir al cambio de fluidos o práctica de sexo, ambos comenzarán una lucha despiadada para intentar que el otro polo se acerque lo máximo posible al propio y nosotros, por nuestra parte, cedamos lo mínimo posible. Se produce entonces un acercamiento entre ambos polos para que, en el mejor de los casos, éstos coincidan en un punto medio. Una parte cede e intenta no ser tan mala mientras que la otra se ve obligada a dejar su bondad de lado y acentuar su perspicacia traducida en pícaros y, seguramente, indeseados actos. Obviamente no hace falta ni decir que lo que aquí se intenta explicar se presenta de forma muy simple y poco real con los calificativos bueno y malo, como si alguien supiera bien bien qué demonios es cada cosa y en qué se diferencian. Esta es la conclusión a la que he llegado hablando con 2 compañeras a la hora de la comida. Una pareja formada por un chico introvertido (informático y freak para más señas) y una chica extrovertida (excesivamente organizada y preocupada) que son felices. Según mi visión la extrovertida cede parte de esa extroversión (es decir, con un novio extrovertido, ella lo sería en mayor grado) y el introvertido cede también (obligándose a ser un poco más extrovertido). Por ende, ambos se reprimen y ceden para encontrar un punto común en vez de encontrar una pareja con similares características ¿Por dónde iba? Me he perdido. Ah! sí. Hablaba (o escribía) sobre una pareja feliz. 

20.9.12

Sin duda, el mejor momento del día

Después de una jornada de más de 8 horas fuera de casa, trabajando (a veces) en exceso y con presión, llega el mejor momento del día. No me refiero a aquél en que me despido de mis compañeros y cojo la puerta, notando la libertad en la primera brisa de aire fresco. Tampoco cuando llego al metro (todavía me queda un rato caminando). Ni siquiera cuando abro la puerta de casa. El mejor momento del día viene a continuación. Sin esperar ni priorizar ninguna otra cosa, me descalzo. Además no me tengo ni que agachar. Llevo unos zapatos sin cordones con la lengüeta elástica que salen disparados de mis pies al mínimo gesto de necesidad. A veces me están apunto de salir disparados en el trabajo, mientras hablo con alguna candidata. Pero en esos momentos lo tengo que retener. Cuando llego a casa no. Me los saco cuidadosamente, saboreando el placer que supone sentir libres esas extremidades que llevan todo el día retenidas y apretadas dentro de los zapatos de vestir que, bajo una presión u otra, he tenido que adquirir para dar una imagen más 'profesional'. Aún no me acabo de acostumbrar a la elevación artificial que éstos me provocan. Quizá se trate de ese mal de altura del que todos hablan. Y es que cuando por fin me descalzo, noto el desnivel, noto la comparación de altura entre los zapatos con un poco de talón que llevo y el suelo firme. Es entonces y no en ningún otro momento cuando disfruto como un niño. Es sin duda, el mejor momento del día.

6.9.12

La Flor



Rulo y la Contrabanda

5.9.12

Las nubes de tu pelo


No hay mejor lugar que entre las nubes de tu pelo
Para revolver las drogas con los versos
Lo mejor del sol... el brillo de la luna
que es tu corazón.

 
En medio del mar te sientes como en un desierto.
Primavera ven y cúrame el invierno
Loco trovador, es tu canción desnuda
Solo corazón

 
Hoy me quedo en casa
lo de fuera no me interesa
ya saldré a dar una vuelta otro día que no llueva
¿Cuántas flores para un ramo?
¿Cuántos versos para un poema?

23.8.12

No me lo negarán...

No me negarán que nos movemos por intereses, ¿verdad? "Intereses" entendidos en su concepción más (y más) amplia. Provecho, utilidad, ganancia aunque también conveniencia o beneficio en el orden moral o material dicta la definición de la RAE.

Pues bien, lo que quiero decir con esto es que, en el buen sentido, nos mueve el interés por conocer y compartir momentos con determinadas personas. Ahora esta persona me provoca cierta reacción. Ahora quiero saber más (y más) de esta persona. Ahora quiero obtenir tal beneficio de mi relación con esta persona. Si simplificaramos mucho podríamos lograr ver qué obtenemos a cambio de esa situación compartida con otra persona. No es hora de pensar en lo que aportamos nosotros sino sólo lo que conseguimos nosotros. Lo que nos mueve. Lo que obtenemos. Lo que nos motiva a avanzar con una determinada relación será en base a lo que nos aporta también. Será también ese interés aquello que nos hace persistir en los malos momentos o disculparnos en las situaciones tensas. Ceder. Perdonar. Regalar. Todo ello es para obtener de una manera u otra algo de la otra parte.

Y si hasta aquí me siguen, debo mojarme: cuando te haces viejo (que no mayor) no te interesa nadie ni nada y por ende se deduce que a nadie de tu edad le interesarás tú. Y ya por no hablar de la gente más (y más) joven, la cual se aleja cada vez más (y más) de los más (y más) experimentados. Pocos encuentran ya interés en esas figuras históricas. A medida que pasan los años te debes dar cuenta de lo que te reporta personalmente tanta actividad y entrega con el resto y vas abandonando esos hábitos de manera que te vas encerrando cada vez más (y más). De manera que lo de fuera te importa cada vez menos (y menos). Y con lo de fuera me refiero incluso a lo que está muy cerca. Pero fuera. Fuera de tus más (y más) cercanas fronteras.

Particularmente, yo pienso que con los años cada vez hablo menos (y menos). Comparto menos (y menos). Cada vez guardo más (y más) para mí. Evito ciertas situaciones y me escabullo entre unos y otros. Y cuando pase de la segunda edad poco interés podré tener ya en nada... Uf! Cada vez escribo menos (y menos)

21.8.12

¿Quedando?

- Comencemos por el final, si te parece: ¿Qué harás este fin de semana?
- ¿Debería entonces invitarte a tomar un trago en mi casa?
- ¿Perdona?
- Claro, si dices que comencemos por el final...
- Ah. ¿Y así acabaremos, pues?
- ¿Quién sabe?
- Yo no sé ni cómo empezamos tú y yo.
- Desde luego que estás haciendo que esto de hoy empiece muy raro.
- Ja ja
- ... ¿? ¿De qué te ries?
- ¿No has visto el anuncio?
- ¿Cuál?
- El de meetic. Es uno nuevo. Y me encanta porque dice que cuando quedes con alguien que habrás conocido por internet no sabrás como acabará; quizá bien, quizá mal, quizá en unos minutos, quizá en años o décadas; pero lo que sí que sabes es cómo habrá empezado.
- Ah. Pues no me suena. Ya me fijaré a ver si lo veo...
- Pues sí. Es muy bueno...
- Ahá...

- ...
- ...

- En fin, pues... ¿qué ha sido de tu vida todo este tiempo?

6.8.12

Politics

“Voy a crear un partido político que va a tener una sola norma: Cuando se apunte otro, me borro yo”    
Manolillo Chinato

3.8.12

El miedo a responder

Finalmente él se atrevió. Le costó decidirse pero... "¿qué voy a perder?" pensó. Pues eso, dio el primer paso pero ella no reaccionó. A ella no le interesó, quizá le sorprendió o le dio vergüenza contestar. Él se pregunta ahora si se equivocó. Si hubiese sido mejor el no atreverse a dar el primer paso y no crear esta extraña situación. Quizá fue un error. Lo hecho, hecho está. Y ya no se sabrá nada más de ese tema. Ya no volverán a coincidir. Ya no la volverá a ver. Aunque, ¿quién sabe si dentro de unos años volverán a coincidir por alguna gracia del destino? ¿Se atreverán entonces?

23.7.12

Las guapas no madrugan

Otro lunes más. Son las 8 de la mañana. El metro está repleto de gente. Caras dormidas que se pasean por aquí y por allá. Pensamientos vacíos. Demasiado pronto como para sacar el libro y leer un poco. Demasiado pronto como para pensar algo coherente. Algunos hojean (u ojean) periódicos -la mayoría gratuitos. Otros posan su escaso interés y atención en la BlackBerry, Iphone ó Samsung Galaxy S3, escribiendo por Whatsapp o jugando al Angry Birds. Otros nos miramos entre nosotros. Tratamos de imaginar a qué tipo de lugar va el que tenemos delante y proyectamos, a la misma vez, el antro en el que pasaremos las próximas 10 horas. Nadie habla. Todos vamos solos. Hay incluso una mujer que, sentada, se va maquillando: ahora los labios, coge entonces unas pinzas para retirar algún pelo travieso, ahora el colorete... Y tú te la quedas mirando esperando que en algún momento que el metro se sacuda más de lo normal, se clave en el ojo el lápiz con el que se está haciendo la raya. Pero hoy no tendrás suerte. Ella sí. Es su primer día en su nuevo puesto. La han ascendido. Comienzas a repasar la cara de todos los acompañantes de ese vagón tan poco feliz. Hombres dormidos, mujeres cansadas. Sin ganas. Y de repente, te das cuenta: las guapas no madrugan.

2.7.12

Estos tiempos

La verdad, todo es tan desolador y desesperante...

El realizar esfuerzos para estudiar (y aprobar).
El estudiar para trabajar.
El trabajar para sufrir (¡y quejarse!)
El codiciar para odiar.
El recordar para no poder ya más olvidar.
El realizar esfuerzos para prosperar.
El esperar para no tener que pensar.
El escuchar para no poder replicar.
El hablar para no ser escuchado.
El ser escuchado para no ser tenido en cuenta.
El dormir para tener que despertar.
El soñar para luego desilusionar.
El pensar para equivocarse.
El ver para olvidar.
El esforzarse para no sé aún qué.
El escribir para nunca publicar.

28.6.12

Gemma

Ha sido justo en el momento en el que ella cruzaba la puerta de la oficina donde trabajo cuando, inconscientemente, la he reconocido. Ha llegado y ha preguntado por Mireia, una compañera mía. Le he pedido su nombre y, al oírlo, lo inconsciente se ha vuelto consciente de forma instantánea. No me lo podía creer y por eso he titubeado más de la cuenta. Ella no ha dicho nada, por supuesto. Nos encontrábamos en una atmósfera de formalidad que nos impedía el compartir comentarios cercanos acerca de cómo nos había trato la vida en los últimos años. Y es que hacía eso, años, que no sabíamos nada el uno del otro. Recuerdo mil y una situaciones vividas con ella. No sé si también será su caso. Haciendo memoria puedo pensar en que para estas fechas ha hecho 12 años desde que dejamos de compartir esa escuela de primaria. Esa escuela, ahora todo lo asocio, que abre (gracias a la iniciativa del ayuntamiento) durante el verano, permitiendo así que uno se reencuentre con un lugar tan estimado en aquella lejana infancia. Y, coincidencias o paranoias a parte, ocurre esta historia el mismo día en que, al finalizar la demasiado larga jornada laboral, voy a casa de mi madre, ésa que está situada a menos de 2 calles de la suya. No nos hemos dirigido ninguna palabra informal, sólo aquello estrictamente profesional. Todo ha quedado ahí, en el ambiente, en la curiosidad por pensar si el otro también se ha dado cuenta y está disimulando o más bien no ha advertido la identidad del otro ni la relación entre ambos. Lógicamente, yo he jugado con ventaja y esa ventaja es la que me ha hecho preguntarme por opciones como la de decirle mi nombre (ella ha estado obligada a decirme el suyo) o utilizar el mail o el móvil que puedo ver en la base de datos para ponerme en contacto con ella y despejar así esa incertidumbre. Pero no. Es mejor así. Justo antes de irse, así como hace la gran mayoría de personas que participan en alguna entrevista y no desean quedar mal en el último momento, se ha despedido de mí. Y yo, por ahora, también me he despedido de ella. Mi compañera (ya casi diría amiga) de trabajo me ha informado que la veré más días ya que vendrá a firmar contratos y tendrá que traer los boletines de las horas. Eso me asegura hablar (y mucho más que hoy) con ella, compartir momentos (un poco más informales) en los que indagar sobre esa personalidad que creo conocer, ver si esa persona que creo recordar permanece ahí o ha dejado paso a otra Gemma. Eso no me asegura que me llegue a (re)conocer o, en todo caso, que nos decidamos a compartirlo con el otro, pero quién sabe si es mejor así...

21.6.12

Aforismos. Juan José Millás

El exceso de información nos ha convertido en una sociedad ignorante al modo en que la abundancia de libertades económicas nos ha hecho esclavos de los poderes financieros. Ya ven: todo conduce a su contrario. Así, Bankia fue intervenida porque funcionaba bien y a Rato lo arrojaron por la borda para premiar una gestión brillante como pocas en el panorama actual. En realidad, no lo arrojaron por la borda, se fue porque quiso, pero se fue porque quiso al mismo tiempo que lo arrojaban por la borda. Estas acciones simultáneas y excluyentes, también muy de la época, ya no nos causan extrañeza. Ni el mismo Rato sabe, a estas alturas, si se lo quitaron de encima o se marchó de forma voluntaria. Además le da igual, pues lo importante es que entre lo que pilló tacita a tacita mientras hundía Bankia y lo que le hemos dado de indemnización por dejar de hundirla, se va con el riñón forrado. Cabe preguntarse por qué indemnizamos a quien nos lleva a la ruina en lugar de a sus víctimas. Pues por la misma lógica que el exceso de información nos ha conducido a la ignorancia y el de libertades a la esclavitud. Para recuperar la lógica de antaño, y con ella la libertad y el conocimiento, tendríamos que volver a la sencillez aforística, que es lo que hizo Botín el otro día al proclamar que el banco malo no es bueno.


¡Cuánta sabiduría hay en lo obvio! El banco malo no es bueno; el hombre alto no es bajo; la mujer rubia no es morena; el ascensor estrecho no es ancho; el caballo no es perro, etc. Comparen ese discurso diáfano con el de Luis de Guindos acerca del Banco de España: el Banco de España, dijo, es una institución muy prestigiosa que pronto recuperará su prestigio. ¿Cómo va a recuperar lo que no ha perdido?




O mentía en la primera parte de la proposición o mentía en la segunda, aunque, conociéndole, quizá mintiera en las dos.






EL PAIS , 18-V-2012

21.3.12

Lost

Just because I'm losing
Doesn't mean I'm lost
Doesn't mean I'll stop
Doesn't mean I would cross

Just because I'm hurting
Doesn't mean I'm hurt
Doesn't mean I didn't get
What I deserved
No better and no worse

I just got lost
Every river that I tried to cross
Every door I ever tried was locked
Ohhh and I'm...
Just waiting 'til the shine wears off

You might be a big fish
In a little pond
Doesn't mean you've won
'Cause along may come
A bigger one

And you'll be lost
Every river that you tried to cross
Every gun you ever held went off
Ohhh and I'm...
Just waiting until the firing stopped

12.3.12

Las putas casualidades

Nunca olvidaré aquel viernes de marzo. Ése en el que por fin me aventuré a determinar qué pasos iba a seguir. Me encontraba buscando trabajo sin éxito alguno debido (entre otras cosas) a la crisis del momento. Era el momento de diferenciarse. Por la mañana un comercial me medio convenció de hacer un MBA, master entre los masters. Estoy seguro de que si no hubiese aceptado, durante los siguientes meses, ese trato no me encontraría en el despacho donde estoy ahora. Fue casi cuando acabé ese master, cuyo temario tan poco me convenció, cuando coincidí inesperadamente con Ramón. ¿Quién nos iba a decir por aquel entonces que todo nos iría como nos está yendo? Aquel mismo día, antes de que llegara la tarde, recibí una llamada de Mariona. Ése fue el primer fruto de tan frustrante búsqueda de trabajo. Quedamos para una entrevista la siguiente semana. La dinámica de grupo fue fatal pero supe desde el primer momento que la vi personalmente, que me la tiraría. Era raro cómo sonreía mientras me miraba, después de hacer sus anotaciones. Esa sonrisa es la que aún hoy me quita el sueño. Todo con ella pareció diferente, al igual que con la parte profesional. De repente, todo se desató y, simplemente, comenzó a fluir hasta el día de hoy. Y... ¡no me puedo quejar! "No se pueden unir los distintos puntos mirando para adelante; se pueden unir únicamente mirando hacia atrás". Y solo es ahora cuando puedo unir cada una de mis decisiones a lo largo de los últimos 30 años que han dado como resultado mi situación actual. Ahora, sentado, pienso en las buenas decisiones que he tomado a lo largo de mi vida. Así intento trazar una narración que pueda resultar interesante para los jefes de las mayores empresas del país que vendrán esta tarde a mi seminario en la universidad donde, junto con mis compañeros y casi sin querer, todo comenzó. 

7.3.12

Everything's not lost

Entre tantos gritos en el metro, suben dos personas hablando sin emitir un solo sonido. Ahi se encuentran con una tercera, con la que se deben dirigir, juntos, a algún sitio determinado. Se saludan dándose besos entre sí, también sin sonido alguno. Me parece curioso como las nuevas tecnologías para nada influyen en estas comunicaciones por símbolos y también veo curioso como uno de los interlocutores, como si de un partido de tenis se tratase, sacude la cabeza a lado y lado para chequear si el otro decide intervenir en la conversación. Se rien a carcajadas sin ruidos estúpidos. Sin ruidos. Este tipo de comunicación es el único (aunque mucha gente lo encuentre imprescindible en otros) que hace falta contacto visual para producir la comunicación. El único en el que solo necesitas cerrar los ojos, o lo que es peor, mirar a otro lado para desentenderte. El único en el que en silencio puedes hablar a gritos, interrumpir o incluso hablar por encima del otro para que así no puedas oír a nadie. Eso está claro, no oirás a nadie. No oirás nada.

23.2.12

29.1.12

Domingos por la tarde

Ocurre después de la comida. Tras el tortel, el café, el carajillo. Al mismo tiempo que una brutal somnolencia hace su aparición, cuando las conversaciones llegan a un callejón sin salida y se apagan hasta los rumores de la casa de al lado, esa donde siempre hay un bebé que nunca acaba de crecer. Llega de pronto, como una niebla espesa, más espesa que el humo del tabaco y los puros y se aposenta encima de la mesa del comedor en la que ya no caben más migas ni restos de comida, como un batracio satisfecho a partir de las cinco de la tarde, justo cuando uno está pensando en tomar otra café. Es la tristeza del domingo por la tarde, ese estado entre la melancolía y la pura pena que ataca a todo bicho viviente entre los tres y los noventa y tres años. Ese estado que, en los países nórdicos, contabiliza más intento de suicidio que en ningún otro momento de la semana. Ese estado que condujo a Proust a meterse en la cama y a no querer salir por más magdalenas y é que Céleste le trajera. Esa extraña congoja que empuja a mucha gente a invertir los patrones del tiempo y a intentar con desesperación prorrogar el sábado hasta el martes y a poblar los alter que abren el domingo al mediodía. Esa mezcla de vagos recuerdos de infancia llenos de relamidas voces de locutores deportivos y horribles sintonías que llenaban el patio de vecinos y cuadernos escolares con deberes a medio hacer y la sensación de empezar todo de nuevo y el miedo a que nuestros amigos del viernes hubieran formado otras alianzas durante el fin de semana y ya no nos «ajuntaran» el lunes y miedo también a que la señorita hubiera olvidado nuestros nombres.

Domingos por la tarde en ciudades desconocidas, en hoteles con moquetas imposibles y habitaciones con baños de color marrón que te empujan a pasear por bulevares vacíos con tiendas cerradas y gente que bebe sola en cafés a punto de cerrar.

Domingos por la tarde en agosto donde la ebriedad de sentir la ciudad para uno solo es reemplazada por el vértigo de tener la ciudad para uno solo.

Domingos de adolescencia a la salida de la Filmoteca, después de ver una película de Bergman (que en sus memorias hace varias referencias a la tristeza suprema del domingo por la tarde) que nos zarandeaba hasta la médula y que nos empujaba a partes iguales hacia el deseo de hacer cine y hacia el cementerio.

Domingos de invierno en una estación de metro en Brooklyn, donde un hombre negro alto como un jugador de baloncesto empezó de pronto a darse cabezazos contra una columna de hierro hasta abrirse la cabeza mientras aullaba: «Odio los domingos, Dios, cómo odio los domingos», y la gente desde el andén de enfrente chillaba: «Sí, hermano, ¿quién no?». (Las huellas de la sangre quedaron durante mucho tiempo en esa columna.)

Y, sin embargo, hasta la tristeza del domingo por la tarde tiene cosas buenas. Conozco parejas que se han conocido compartiendo ese miedo a la tarde del domingo. Conozco gente que empieza una novela siempre en domingo. Otros, durante el rodaje de una película, deciden empezar a rodar justamente en ese momento, dado que, a efectos del a complicada contabilidad ancestral del departamento de producción, cuenta como lunes.

Existen también personas que dicen no sentir nada especial esa tarde, que afirman que lo que a ellos lo que de verdad les deprime es el miércoles por la tarde o el jueves por la mañana. Pero es cosa sabida que hay gente que haría cualquier cosa por ser diferente a los demás, hasta fingir una alegría que no sienten un domingo por la tarde.



Isabel Coixet

4.1.12

Febrero-Marzo '12

"Hemos terminado de grabar nuestro quinto disco. Once canciones nuevas en castellano. Todavía sin título. Estamos orgullosos y felices."
 
Marlango

3.1.12

Cambios

Donde antes había nubarrones, ahora hay claros
Donde antes veía negros, ahora descubro blancos
Donde antes no paraba de llover, ahora luce el sol
Donde antes no paraba ni un momento, ahora busco entretenimiento
Donde antes aprendía, ahora desaprendo
Donde antes creía, ahora desconfio
Donde antes me despedía, ahora me reencuentro
Donde antes me rendí, ahora lucho
Donde antes despreciaba, ahora ignoro
Donde antes había silencio, ahora suena música
Donde antes había soledad, ahora hay (buena) compañía
Donde antes perdía, ahora gano
Donde antes había certeza, ahora hay incertidumbre
Donde antes había preguntas, ahora encuentro respuestas
Donde antes aparecía la cobardía, ahora se encuentra la valentía
Donde antes había desinterés, ahora hay pasión
Donde antes encontrabas dolor, ahora solo hay olvido

2.1.12

Quemando tus recuerdos

Vivir a la deriva
sentir que todo marcha bien
volar siempre hacia arriba
y pensar que no puedo perder.

(...)

Y vivir, qué cuesta arriba
Y sentir que no sé qué hago aquí
Y andar siempre arrastrado
Y perder, que no puedo pensar.