28.1.20

BISagra

¿Recuerdas cuando te dije que era nuestro mejor momento? Lo creía francamente y aunque es cierto que hacía poco tiempo lo había pensado también (existía una sensación de ascensión sin límite), a partir de ese día ya todo cambió. Poco a poco. Algunas cosas se torcieron. Otras salieron demasiado diferente a lo previsto. Es difícil de explicar. Pero para mí es fácil ver que ahora no estoy en mi mejor momento. Y creo que nunca lo estaré. Creo que aquel fue mi mejor momento. Nuestro mejor momento. Pero, como si de la bisagra de una puerta hablaramos, se fue cediendo esa articulación que al principio era perfecta. Intentamos ponerle aceite de ese que llaman 3 en 1. En un primer momento mejoró pero al poco nos dimos cuenta de que el movimiento entre los dos, aunque lo podía parecer, no era como al principio. Tanta fricción nos acabó por perjudicar a los dos. Poco a poco nos íbamos dando cuenta. En cada discusión, en cada viaje en coche, en cada mensaje de chat. Y continuábamos. Íbamos haciendo, día tras día. A la espera de una mejora que sabíamos perfectamente que no iba a llegar. Y construíamos planes de futuro. Sin duda era lo más sencillo. Continuar como si tal cosa. Forzar y forzar esa bisagra que nunca llegará a volver a cerrar la puerta bien en vez de sustituirla. Hasta que llegó un día en que la bisagra presentaba un aspecto oxidado. Todo el mundo a simple vista lo detectaba. Pero nosotros tratábamos de hacer como si nada. Lidiábamos con aquello que llamábamos "los problemillas del día a día". Volvíamos una y otra vez tras cada disputa. Pero llegó un día que se rompió la bisagra y la puerta cayó al suelo y se rompieron los cristales que la formaban. Tanto tratar de aguantar la situación provocó que todo se acabara rompiendo en mil pedazos.