26.9.09

Sueño

Un día soñé que me levantaba por la mañana, a primera hora, y con la fantasía onírica habitual entendía algo que, a todas luces, parecería inexplicable durante la vigilia. Resultaba que los días pares del calendario eran invierno hasta las 12 del mediodía y otoño hasta las 12 de la noche, y los días impares eran verano hasta las 12 del mediodía y primavera hasta las 12 de la noche. Con tal panorama, ¡menudo fastidio el equivocarse de día a la hora de vestirse! Era importante estar bien despierto desde primera hora del día. Además, cada noche se cambiaban las sábanas dependiendo de si se iba a pasar frío o calor, aunque nunca se sabe... La gente que odia el verano estaba mosqueada día sí, día no; aunque al año serían el mismo número de días de mala uva. Y lo mismo pasaba con la gente que no le gusta el frío... Aquellos pantalones tan cutres y pasados de moda que se pueden desmontar o montar para pasar del pantalón largo al corto (o viceversa) eran de lo más kitsch. La moda se actualizaba, nuevamente, hacia algo peor. La gente "fresca" (mujeres pechugonas y hombres culturistas -que no culturalizados-) continuaban vistiendo de la misma manera a pesar de ser invierno-otoño o verano-primavera. Finalmente, como tenía que pasar, me levanté constipado.

24.9.09

La Opinión de Gabilondo: 22 de septiembre

"España siempre ha sido un país impaciente y enamorado de los atajos. Por eso, cuando se topa con un problema no mira cómo resolverlo. Pide una ley. Esa es la razón por la que se nos acumulan los problemas no resueltos y las leyes que no los pueden resolver. Pero seguimos.

Últimos ejemplos. ¿Déficit de autoridad en las aulas? Convertimos a los profesores en autoridades públicas, como los policías o los jueces. Una simple ley y asunto arreglado. Y, de propina, una tarima para que estén más altos que los alumnos. Ya ven qué fácil. Por el mismo precio, con otra ley, podríamos convertir en autoridades a los padres, para reforzarles durante la adolescencia de sus hijos, que es una etapa endiablada.

No se rían ustedes porque en el caso del aborto así es como se pretende dilucidar algo tan profundo como la relación de padres e hijos. Exigir consentimiento de los padres en los abortos a menores de dieciocho. Lo que no haya logrado la confianza, que lo arregle una ley. ! Qué falta de realismo! ! Qué invitación a la clandestinidad!

¿Por qué no seguimos por esta ruta de puerilidades, y exigimos que nuestros jóvenes no puedan hacer el amor por primera vez sin autorización paterna? ¿Acaso ignoramos la importancia que puede tener en sus vidas? Los padres no deben quedar relegados. Reclamamos una ley. Y los cambios de amigos, donde tan a menudo se transforman caracteres y conductas, ¿no deberían hacerse con permiso paterno?, ¿por ley? ¿Y las horas de regresar a casa? ¿Y no tendría que ser exigible consentimiento paterno para tomar drogas? Pocas cosas pueden ser tan trascendentales. En fin, es el sueño de esta sociedad de vuelo gallináceo: transferir responsabilidad, descargársela por la vía administrativa a ese limbo llamado la ley. En el fondo, nos da miedo la vida, que siempre ha sido un lío y siempre lo será. Y que no hay ley que pueda vivirla por nosotros."