25.9.08

Finalmente, empezamos

Todo lo bueno se acaba. O lo que es lo mismo, para que haya algo bueno tiene que haber cosas malas y cosas peores. Fuésemos a dónde fuéramos volvemos a estar aquí. ¿Y de qué sirve haber recorrido tantos (kiló)metros si, en nada, volvemos? No acabo de entender ese concepto de viajar. Algunos dicen que es para encontrarse a sí mismo… aunque quizá lo que buscan inconscientemente es perderse, o bien durante unos días olvidar que tarde o temprano todo volverá a ser como antes de irse. Conocer nuevas culturas y todo ese rollo verdad… ¿y crees que hace falta ir muy lejos para eso? Tu vecino mismamente es un mundo por conocer, aunque claro, eso no nos costaría las inversiones de los últimos meses. Citando a Mark Haddon en El curiós incident del gos a mitjanit:I la Siobhan diu que la gent se’n va de vacances a veure coses noves i a relaxar-se, però a mi no em relaxa pas i, a més, es poden veure coses noves observant terra amb un microscopi o dibuixant la forma del sòlid resultant de la intersección de 3 cercles de la mateixa espessor en un angle recta.

Volviendo al tema. Quizá es una necesidad. No lo digo como necesidad biológica ni nada así, qué estupidez entonces. Me refiero a que si no lo viajamos, no empezamos igual, no nos sentimos liberados, relajados o simplemente distraídos durante el tiempo estival.

¿Encontrarse a uno mismo? ¿En otra ciudad tan lejana? Quizá si es verdad que te conoces más a ti mismo, sabes cómo reaccionas o por ejemplo si esa comida tan rara de la que nunca habías oído hablar te gusta o no. Y con ese tema puedes rellenar innumerables espacios en blanco de conversaciones en las que te crees culto o interesante por aportar esa simple anécdota. Yo creo que más que encontrarnos, nos dejamos. Nos dejamos en cada uno de los rincones que visitamos de una y otra ciudad. Morimos a lo largo de cientos de ciudades lejanas para no morir en nuestra ciudad habitual, diaria y monótona.


* Que la vida a tu lado tenga más que sentido... *


17.9.08

La Ley Innata

"Existe, de hecho, jueces, una ley no escrita, sino innata. La cual no hemos aprendido, heredado, leído, sino que de la misma naturaleza la hemos agarrado, exprimido, apurado. Ley para la que no hemos sido educados, sino hechos; y en la que no hemos sido instruidos, sino empapados."


- Extremoduro -

4.9.08

La Felicidad

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Anuncio laSexta:
"Dos mujeres tienen mucho calor. ¿Quieres ver como terminan? Envia MUJERES al 7646. Dos amigos se dan placer mutuamente. Para verlo en tu móvil envía PLACER al 7646. Dos chicas, una habitación de hotel y mucho morbo. Para verlo envía HOTEL al 7646. Una pareja muy sensual. Cuerpos espectaculares en tu móvil envía SENSUAL al…"
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Nos venden la felicidad empaquetada. Y nosotros contentos. Cada vez más orgullosos de que decidan por nosotros. Sí, ya me va bien. Pues no, a mi no me apetece. Nos dicen qué días tenemos que regalar abrazos y cuáles amor, esperanza o ilusión. Determinan cuando debes demostrar materialmente tus sentimientos por otra persona e incluso cuándo se debe visitar a los familiares muertos. Cuando y cómo, está claro. Y si te separas del rebaño, eres un raro. Pero… ¡qué raro! Al final el que no hace lo mismo, el que se distingue por sus actos, pensamientos o decisiones (raras, no hace falta ni repetirlo) es un triunfador, o un loco que depende del momento viene a ser lo mismo. Todos queremos ser lo suficientemente iguales a los otros para no ser un bicho raro pero lo suficientemente diferente para decir lo originales que somos. Además es tan mono… Nos lo envuelven en papel luminoso y estridente, quizá para llamar lo suficiente la atención para que así otorguemos menos importancia al objeto del interior, porque eso es lo de menos. A quién le importa que te regalen un sombrero, una camiseta o unos pantalones. Lo importante es que me han regalado algo y listos. Eso sí, las marcas nos recuerdan la diferencia entre el pobre trabajador y el trabajador pobre o lo que es lo mismo el que puede (y quiere) lucir la marca de moda y el que se conforma con cualquier otra.

A mi me da igual… vayan con sus pertenencias a otro sitio pero no se dejen engañar; la felicidad está siempre en uno mismo, no procede de ningún objeto ni persona.


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Que raro soy, coño…