13.12.14

¿Y ahora qué?

Mi novio me ha dejado. Ya forma parte de esos que se suelen llamar ex. Pero este ha sido diferente. Ha sido mi amigo. Ha sido mi novio. Continuará siendo mi amigo (o eso me gusta pensar a mí). El amargor con el que me he quedado ahora es diferente al vivido en situaciones parecidas. Esta relación ha funcionado diferente en todos los sentidos pero, sobre todo, yo ya no era la misma. Al borde de los 35, tengo esa edad en la que la sociedad (incluyendo mi familia) te empieza a recordar lo de que se te pasará el arroz. Supongo que cuando estás bien con tu pareja y ya tienes cierto poder adquisitivo te planteas cumplir el sueño de ser mamá. Y la verdad que ya había estado pensando en eso con él... 

¿Y ahora qué? Nuestra relación ha sido casi siempre a distancia. Con mar de por medio. Y nos veíamos menos de lo que queríamos. Menos de lo que quería. Una relación al estilo de 10.000 km no es fácil de mantener. Verse cara a cara, besarse o tocarse requiere siempre una planificación enfermiza y un coste de tiempo y de dinero elevado. Avión para arriba, barco para bajo. No me es difícil echar la vista atrás y recordar algunos de los sacrificios vividos. Como aquella vez que quedamos en Berlín. Él había llegado unos días antes; con unos amigos. Yo llegaba con otra amiga y allí teníamos un día reservado para nosotros. Solo un día. Me encargué de visitar la ciudad sola, recorriendo aquellos lugares emblemáticos que, pocas horas antes, había visto él; en una situación diferente. 

¿Y ahora qué? Él viajaba mucho por trabajo y eso me dio la oportunidad de conocer muchos sitios que si no fuese así no hubiese conocido. ¿Que lo llevaban una semana a Dubait? Pues el fin de semana me iba allí para estar con él en un nuevo lugar. Eso me hace pensar en la combinación de los objetivos a corto plazo y los de medio/largo. Viajar, gastar tiempo con esa persona tan especial en mi vida, conocer nuevas ciudades, nuevas culturas, nuevos rincones. Pero también la inversión de tiempo en esa relación a distancia era para que llegara el día de, no sabíamos cómo, convivir en una misma ciudad. Establecernos y compartir casa, compartir almuerzos, compartir cenas, compartir compras en el IKEA. Quizá los objetivos a corto plazo los haya podido cumplir pero, ¿qué hay de los de medio o largo? No nos engañemos: yo veía una familia con él. Unos hijos que ya nunca nacerán. Lo echo de menos.

¿Y ahora qué? Bueno... quizá me folle al primer yogurín que pase. ¿Por qué no? Sé que un día de estos encontraré alguien tan especial como yo en un bar cualquiera...