20.9.12

Sin duda, el mejor momento del día

Después de una jornada de más de 8 horas fuera de casa, trabajando (a veces) en exceso y con presión, llega el mejor momento del día. No me refiero a aquél en que me despido de mis compañeros y cojo la puerta, notando la libertad en la primera brisa de aire fresco. Tampoco cuando llego al metro (todavía me queda un rato caminando). Ni siquiera cuando abro la puerta de casa. El mejor momento del día viene a continuación. Sin esperar ni priorizar ninguna otra cosa, me descalzo. Además no me tengo ni que agachar. Llevo unos zapatos sin cordones con la lengüeta elástica que salen disparados de mis pies al mínimo gesto de necesidad. A veces me están apunto de salir disparados en el trabajo, mientras hablo con alguna candidata. Pero en esos momentos lo tengo que retener. Cuando llego a casa no. Me los saco cuidadosamente, saboreando el placer que supone sentir libres esas extremidades que llevan todo el día retenidas y apretadas dentro de los zapatos de vestir que, bajo una presión u otra, he tenido que adquirir para dar una imagen más 'profesional'. Aún no me acabo de acostumbrar a la elevación artificial que éstos me provocan. Quizá se trate de ese mal de altura del que todos hablan. Y es que cuando por fin me descalzo, noto el desnivel, noto la comparación de altura entre los zapatos con un poco de talón que llevo y el suelo firme. Es entonces y no en ningún otro momento cuando disfruto como un niño. Es sin duda, el mejor momento del día.

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