20.8.10

El anestesista atroz

Ésta es la historia de un chico que, desde muy temprana edad, decidió dedicarse a tranquilar a los demás mediante la medicina anestésica. De hecho, y aunque parezca una contradicción, lo que más le costaba al anestesista era dormir. Dormir por las noches. Iba siempre cansado. Su gran pasión le llevó a dominar perfectamente las dosis de tan milagroso tranquilizador farmacológico. Y, a su vez, su perfecto dominio le llevó a una especie de locura profesional. El protagonista de este relato inyectaba dosis más o menos elevadas a personas no pacientes (además de a sus pacientes). Cuando una situación le enturbiaba, éste iba sin ningún tipo de miramientos a aplicar la dosis correspondiente. En el momento en que la tensión crecía en el ambiente, se giraba, introducía en la jeringuilla la cantidad precisa y antes de que lo lograran apartar, ya había insertado su dosis para provocar ese coma reversible tan enigmático. Resultaba gracioso ver cómo afrontaba nuestro protagonista una situación tensa en su trabajo. Cuando algún doctor tenía que resolver algún tipo de ecuación imposible dentro del cuerpo de un paciente y no lograba dar con la respuesta por culpa de su estado de incertidumbre y tensión, el anestesista actuaba: se acercaba y le pinchaba la cantidad suficiente para que, con un poco de relajación, llegase a la solución. No había nada que odiase más que cuando le gritaban. Era la oportunidad ideal para entrar en acción. De golpe se le pasaban las ganas a ese personaje de continuar escupiendo (porque no tiene otro nombre) en ese tono. Se quedaba adormecido como un niño cuando, después de todo el día correteando arriba y abajo, cede y cae rendido. Igual hizo cuando una amiga suya lo dejó con su pareja después de años de feliz matrimonio. Ésta estaba tan afectada por la agria situación que el profesional no encontró otro remedio que intervenir. La insensibilizó y dejó de sentir, aunque fuese temporalmente, ese malestar emocional. Para el anestesista, su vida era anestesiar y sueña en morir anestesiado, para no así no llegar a sentir nada.

2 comentarios:

Rosana dijo...

muy interesante relato, atrapa su lectura desde del principio a final

Guasch dijo...

Estic convençut que molts dels seus pacients preferirien una dosi d'anestèsia emocional, per no sentir el dolor. Però el dolor és necessari per curar-se, l'anestèsia és un camuflatge temporal.