A veces la concepción de nosotros mismos difiere mucho entre
la que tenemos nosotros y la que tienen los otros. Por ejemplo, uno se cree muy
aventurero por coger un avión e irse a la otra punta del mundo con una tarjeta
llena de dinero para escoger, día tras día, el mejor sitio para hospedarse. Y
luego, hay quien, como Albert Casals, sale de casa en silla de ruedas para vivir una
aventura parecida pero sin prácticamente dinero, improvisando mientras conoce a
todo tipo de gente. Para él, el primero tipo de viaje no es realmente ninguna
aventura.
Pues bien, el otro día me pasó que me estaban comentando la
concepción que tenían de mí en un cierto campo y me llamó mucho la atención. Yo
visto desde otros vs yo visto desde mí. Había admiración en esa descripción y
me sorprendió mucho, pues destacaban algo que nunca me había llamado a mí la
atención. Quiero decir, que nunca pensaba que destacaba en eso. Fue extraño y
me dejó pensativo.
Al final, la concepción de nosotros mismos está sujeta no
solo a nuestra experiencia sino también a todos estos comentarios que vamos
recibiendo. Los interiorizamos y forman parte de nuestros pensamientos y
concepciones. Y es que no solo somos esclavos de nuestros actos sino también de
nuestros pensamientos; que nos anclan a unas posiciones y nos ciegan la
posibilidad de cambiarlas.
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